A nuestra querida comunidad del Centro,
¡Feliz (casi) San Valentín! Sé que a veces este día puede parecer una fiesta impulsada por el consumismo o aislar a la gente que no tiene pareja. Pero en un momento en el que estamos rodeados de tanto odio, aprovecho esta oportunidad para reflexionar sobre la importancia de celebrar el amor.
Cada día soy testigo del amor que se profesa nuestra comunidad. Y en ningún lugar es más visible este amor que en nuestro Centro de Mayores. De hecho, hace poco escuché una historia de nuestra Directora de Servicios para Mayores, Kiera Pollock, que me derritió el corazón.
Kiera y su equipo son responsables de programar más de 75 actividades para nuestros mayores cada mes, incluida la muy popular Senior Dance Class. A la clase asiste regularmente una pareja gay, pero mientras que a uno de ellos siempre se le podía encontrar en la pista cortando una alfombra, el otro nunca bailaba. En lugar de eso, se sentó cortésmente al margen, observando cómo se divertía su compañero.
En un momento en el que estamos rodeados de tanto odio, aprovecho esta oportunidad para reflexionar sobre la importancia de celebrar el amor.
Después de observar este patrón durante unas semanas -uno bailando y el otro al margen-, un miembro del personal preguntó al caballero que había estado al margen si quería unirse a la diversión. Se negó cortésmente, señalándose las orejas. Explicó que últimamente tenía problemas de audición, lo que le dificultaba un poco seguir el ritmo, y que no quería ponerse en evidencia. En lugar de presionarle para que se uniera o profundizara en una conversación en la que claramente aún no se sentía cómodo, el miembro del personal fue avanzando semana a semana, creando poco a poco un clima de confianza con él.
Al final, el empleado le dijo que el Centro podía ayudarle a conseguir un audífono. A regañadientes, accedió a reunirse con uno de nuestros gestores de casos. Al poco tiempo, ¡tenía un audífono nuevo!
En la siguiente clase de baile de la semana siguiente, el personal observó con incredulidad cómo el asistente, que hasta entonces había sido un alhelí, se unía a su pareja para bailar en público por primera vez en años.
Pienso en ellos dos en este Día de San Valentín, imaginando todo lo que han tenido que superar individualmente y como pareja. Pero lo que me llama la atención es que, aunque les dé miedo, parece que siempre eligen el amor -por ellos mismos, por los demás y por su comunidad- antes que el miedo o el aislamiento. También me alegra saber que han acudido al Centro en busca de apoyo cuando lo han necesitado, porque la celebración del amor queer es el núcleo de nuestra misión.
Espero que estés rodeado de amor hoy y siempre. Si no es así (o incluso si lo es), le invito a unirse a nuestra Clase de Baile para Mayores o a pasarse por uno de los muchos actos culturales y programas de creación de comunidad que ofrece el Centro. Nos encantaría contar con usted.
En solidaridad,
Joe Hollendoner
Consejero Delegado